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10 años del secuestro más inhumano

El ex funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara fue capturado por ETA el 17 de enero de 1996 y sufrió un cautiverio de 532 días.

Fuente: Diario de Burgos

Ortega Lara liberadoSus palabras, pronunciadas hace apenas un mes en una entrevista concedida a este periódico, cobran quizá hoy más vigencia que nunca: «lo único que quiero es ser el de antes; ser dueño y señor de mi vida». Y a fe que lo ha logrado. Diez años después de sufrir el secuestro más cruel de la historia de España, José Antonio Ortega Lara ha conseguido lo que buscaba. Volver a ser una persona normal, feliz, volcado en su familia y en las organizaciones con las que colabora (Hermandad de Donantes de Sangre, Tecno-Bosco, PP...): «todo esto es un deber moral. Quería hacer algo positivo por la sociedad con la que tengo una deuda». Y aunque desde su liberación apenas ha parado quieto, en el día a día intenta que su protagonismo público sea el menor posible. Acaba de cumplir 47 años y dice que hasta ha olvidado el nombre de sus captores: «el día que se termine el terrorismo etarra haré una fiesta a lo grande», afirmaba en la citada entrevista.

Para José Antonio Ortega Lara, el de hoy será un día más. Como ha comentado en repetidas ocasiones, arrinconar muchos de los detalles de su secuestro le ha servido para seguir viviendo. Eso y el apoyo de su familia, especialmente el de su mujer y sus dos hijos, que han sido la mejor de todas las terapias posibles. Atrás, muy atrás, quedan ya las huellas de su inhumano cautiverio.

El 30 de junio de 1997 para el ex funcionario de prisiones terminaba una pesadilla que se había prolongado durante 532 noches. Su rostro, reflejo de una inaudita tortura, se clavó en el corazón de todos los españoles y recorrió el mundo. Su estado físico (llegó a perder 23 kilos) fue comparado con los campos de concentración nazis. En el reducido habitáculo sufrió fiebre, diarreas y hongos y hasta planeó un suicidio para el que ya tenía fecha.

La Guardia Civil consiguió localizar el zulo realizado en la nave de Mondragón tras una investigación de meses, aunque estuvieron a punto de arrojar la toalla. Un complejo mecanismo hidráulico activado desde una clavija secreta era la única forma de llegar hasta el secuestrado. Fueron necesarios 50 agentes para levantar una máquina de 2.000 kilos. Allí, en el subsuelo, los miembros del Instituto Armado vieron la silueta de Ortega Lara. Durante los 17 meses de cautiverio, su relación con los cuatro secuestradores fue distante. Solo vio la cara de dos de ellos el día que fue capturado en el garaje de su domicilio, el 17 de enero de 1996. No volvió a ver sus rostros jamás, ya que siempre iban con capuchas. Nunca salió del zulo donde le encerraron porque le dijeron «que tenían que vivir como topos porque era una organización clandestina». El cautiverio provocó el mayor número de concentraciones y manifestaciones que se recuerda en Burgos.

La Audiencia Nacional condenó a los secuestradores a 32 años de prisión por un delito de secuestro terrorista con la agravante de ensañamiento y otro de asesinato alevoso en grado de conspiración, con la misma agravante.

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