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Angeles Cifuentes Perez; Jurista y criminóloga de la Central Penitenciaria de Observación: «En las cárceles del siglo XXI se sigue castigando la pobreza, no el delito»

«Criminalizamos cada vez más conductas y no se puede tener como única solución la prisión para todo el mundo».

Fuente: La Opinión - El Correo de Zamora

De su criterio ha dependido el indulto de presos, la revisión de condenas, permisos penitenciarios o la concesión de la libertad condicional. Trabajó en Sevilla 1 y 2, en Carabanchel? Veinte años de experiencia, de contacto directo con los presos la han llevado hasta la Central Penitenciaria de Observación, desde donde participó directamente en el diseño de programas de intervención con reclusos de régimen cerrado, los más peligrosos. La zamorana Angeles Cifuentes Pérez analiza en esta entrevista el mundo de la delincuencia y de las cárceles.
- ¿Qué ha supuesto trabajar con presos durante estos 20 años?

- No me he cansado de descubrir que desgraciadamente esta sociedad lo que hace sobre todo es criminalizar la pobreza. Decía Victoria Kent, la primera mujer directora general de Instituciones Penitenciarias de este país en la segunda República, que en las cárceles no se castiga el delito, sino la pobreza y estoy absolutamente convencida de que en el siglo XXI esa frase sigue siendo verdad.

- ¿Qué ha aprendido a nivel personal y profesional?

- A nivel personal ha supuesto un enriquecimiento tremendo, me han enseñado muchísimo, creo que me han hecho mucho más humana; me siento muy cerca de la gente que desgraciadamente por la injusticia social está en la cárcel. También hay gente que está por delitos absolutamente execrables, pero no son la mayoría en absoluto. A nivel profesional, una satisfacción enorme porque me he dado cuenta de que no me equivoqué.

- Se habla de nuevos delitos y delincuentes, ¿el perfil del preso ha cambiado mucho en los últimos años o sólo la nacionalidad?

- El preso no creas que tanto, la nacionalidad sí. El volumen de extranjeros que tenemos no lo teníamos en el año 1988 cuando yo empecé y es un dato significativo e importante. La cárcel es un reflejo de la sociedad: los conflictos que hay fuera se reflejan dentro y si fuera hay más extranjeros, dentro también. La tipología delictiva no ha cambiado tanto porque insisto en la idea de que fundamentalmente quienes están en la cárcel son los que padecen las injusticias sociales.

- ¿En la cárcel se recupera a la persona o se contribuye a que ese abismo entre marginalidad y reinserción crezca?

- No se puede hablar en términos absolutos. Si se pretende que la institución penitenciaria impida la reincidencia, nos estamos equivocando porque el delito no es fruto sólo de un factor, es un fenómeno estructural y multifactorial. La cárcel a lo único a lo que puede ayudar, y estamos obligados, es a cubrir algunas de las carencias que tenía esa persona que cometió el delito. La pobreza, el analfabetismo, el consumo desmesurado de drogas llevan a la comisión de delitos; adicciones o problemas psicológicos tenemos que intentar paliarlos porque el individuo volverá al mismo lugar en el que cometió los delitos.

- Si reinsertar supone cambiar el entorno de la persona que delinque y no se toman medidas, ¿puede ser que no interese?

- El delito está generado por tal cantidad de causas y de factores que en la prisión se pueden hacer algunas cosas, pero no todas. Sí es verdad que los estudios que hay sobre grupos de internos con los que se interviene, con los que se trabaja en programas, indican que existen menos posibilidades de que reincidan.

- ¿Quizás la sociedad no tiene interés en que se corrijan esos desajustes sociales que llevan a delinquir?, porque al final no hay políticas que modifiquen esa realidad.

- En las encuestas me encuentro con personas que dicen "qué vergüenza que en la cárceles haya piscinas o polideportivos, ¡cuánto dinero nos cuesta!". Yo siempre le digo al individuo: "usted a lo mejor mañana entra porque transgredir la norma es una posibilidad potencial que tenemos todos y la prisión tiene que ser una prestación de servicios que respete todos los derechos, excepto los que indica la sentencia, fundamentalmente, la libertad. ¿A la sociedad le interesa la reinserción?, probablemente muchísima gente lo que quiere es que las cárceles sean almacenes de seres humanos, quitarse de la vista lo que no le gusta.

- ¿El hecho de que las cárceles estén saturadas indica que se delinque más o quizás se erró al construir macroprisiones y cerrar las pequeñas prisiones donde las relaciones eran más fáciles?

- Nunca he sido partidaria de los macrocentros porque efectivamente las cárceles cuanto más grandes son, más deshumanizan. No es que se delinca más es que somos más. Creo que hay que echarle más imaginación al asunto: seguimos creando cárceles y las llenamos todas; criminalizamos cada vez más conductas. A lo mejor había que buscar alternativas. La pena privativa de libertad estuvo muy bien cuando vino a sustituir a la pena de muerte y las penas corporales, pero está llegando el momento de imaginar otras.

- ¿Cómo cuáles?

- Están los medios telemáticos, la localización permanente, trabajos en beneficio de la comunidad que son penas muy novedosas en nuestro país y pensadas para un número muy pequeño de delitos, sobre todo menores. Tienen que pasar a ser extensivas a más actos delictivos, no se puede tener como única solución la cárcel para todo el mundo, para todo el que infrinja la norma porque no todos necesitan ese castigo.

- Ha trabajado en el diseño de un programa de intervención con presos en régimen cerrado, los más peligrosos, ¿en qué consiste?

- Se intenta en ese poco tiempo que tienen para relacionarse, al margen de las dos horas de patio, programar actividades primero de forma individual como, por ejemplo, que el educador les pase a diario la prensa, es decir, que tengan personas a las que ver. También intentar inculcarles hábitos de higiene para que al estar tantas horas solo no se abandone; entrar en terapias individuales con los psicólogos cuando haya problemas de drogodependencias, que existen en un porcentaje altísimo, en un 80% de los reclusos. La droga sigue siendo el eje fundamental de la criminalidad.

- ¿Son realmente recuperables tras condenas tan largas?

- Si no se hace nada con ellos, más que pasarles la comida a su celda, porque no salen de ella ni para comer, si les olvidamos y cerramos la puerta para dejarles salir sólo dos horas la patio, eso es irrecuperable. Cuando queden en libertad serán un auténtico peligro, por eso hay que programar actividades con ellos, intentar motivarles para que vuelvan a la vida ordinaria y no se desocialicen.

- ¿Qué perfil tienen esos presos peligrosos?

- Son un 2% de la población reclusa y suelen ser gente muy pobre a todos los niveles: en relaciones sociales, de capacidades y habilidades. Adquieren en la prisión hábitos de ajustes de cuentas; buscan la satisfacción inmediata? el consumo de drogas es un eje que cruza casi todas las biografías de esta gente. Suelen presentar rasgos de personalidad anstisocial muy acusados.

- Existe otro programa para trabajar con maltratadores. ¿Las expectativas son buenas?

- Aún no existen datos sobre la reincidencia cuando salen de prisión, pero sí se sabe que aspectos como la hostilidad, la ira se están reduciendo en los hombres que se someten a programas. Responden a una tipología de carácter machista, en un contexto de patriarcado como el nuestro sienten que la mujer con la que viven es un ser pasivo, respecto del cual tienen el dominio absoluto.

- Hay más denuncias y más muertes de mujeres. No faltan quienes responsabilizan a los medios de comunicación por la difusión de los casos.

- Las conductas del individuo que maltrata son absolutamente machistas y se conocen mejor porque se denuncia más. Pero han existido siempre maltratadores. Estos casos acaban más veces con la muerte de la mujer porque ellas están diciendo "hasta aquí hemos llegado", poniendo límites para acabar con esta situación.

- ¿Para acabar con el maltratador?

- Lo tenemos difícil con los hombres que tienen entre 30-50 años, educados bajo patrones de patriarcado. Las políticas educativas son fundamentales. Para evitar que este tipo de criminalidad siga aumentando o se mantenga el hombre debe tomar conciencia de que la mujer es un ser humano con los mismos derechos y deberes que él, y que cuando la mujer dice "no" es exactamente igual que cuando él dice "no". En esto se parecen mucho a los agresores sexuales.

- El programa en marcha con este tipo de reclusos, ¿qué resultados ha dado?

-Ya hay datos: siempre es menor la reincidencia en el grupo tratado que en el de hombres que no pasan por ningún programa. En ninguno de los dos programas las cifras serán escandalosamente maravillosas porque los problemas de conducta no se resuelven en un año y lo ideal sería que hubiera un tratamiento fuera de la cárcel.

- ¿El agresor sexual es un enfermo mental?

- Sólo una minoría presenta problemas psicopatológicos. La mayoría de los delincuentes sexuales que yo he conocido responde a un patrón machista, de alguien que quiere mantener relaciones sexuales con una mujer que dice "no" y él no sabe poner límites. Luego existe el agresor sexual por desviación, por fantasías, que sólo alcanza el placer utilizando la violencia, que son los menos. Esos requieren tratamiento.

- La opinión pública tiene la idea de que las cárceles están llenas de inmigrantes y que se deberían tomarse medidas para poner fin a esa situación.

- No es verdad que los extranjeros sean los que más delinquen ni los que cometen los delitos más graves. Ocurre que se está haciendo un mayor uso de la prisión preventiva con los inmigrantes indocumentados que delinquen que con los españoles. Es más fácil que el juez decida meter preso a alguien sin papeles al que se le acusa de un hurto, que a mí que tengo carné de identidad y domicilio. La reforma del Código Penal que permite la expulsión inmediata de extranjeros que cometan

un delito castigado con menos de seis años de prisión no se está aplicando.

- ¿Cuál es la imagen que más le impactó cuando entró por primera vez en una prisión?

- La primera vez que entré en Carabanchel, en tercero de Criminología en 1986, y vi una bandeja con miles de huevos fritos, pensé que aquello era pura magia. Y los olores que son muy intensos en las cárceles: el olor a lejía, a comida?

- ¿Qué caso ha sido el que más la ha marcado?

- El de un hombre que se estaba dializando y entró a cumplir una condena por escándalo público en 1988, por hacer sus necesidades en el parque María Luisa. Le denunciaron dos mujeres bienpensantes. Entró seis años después a cumplir dos meses; pidió la remisión de condena y no se la dieron porque había robado naranjas o algo así y ya había entrado en prisión. Me desgañité porque le sacáramos cuanto antes de la cárcel, me parecía un caso injusto.

- ¿La aplicación de la Ley es muchas veces injusta?

- A veces es de una "absurdez" tremenda. Ha habido casos en los que me he escandalizado desde el primer momento, como el drogadicto ya rehabilitado que cometió un delito hace años y de repente ordenan que entre a cumplir. La palabra justicia deja de tener sentido, a ese individuo únicamente le estamos castigando.

- Cuando se tiene enfrente a un asesino a sangre fría, ¿cómo se comportan?

- Cuesta entenderles. Recuerdo un individuo que mató a tres personas, en Albacete. Le entrevisté como criminóloga para que me hablara del delito: simplemente quería saber lo que se sentía matando a alguien, lo repitió y el tercer asesinato lo cometió para enseñar a otra persona cómo se mata. No había ninguna otra razón.

«En la cárcel no existen privilegios»

- ¿Hay presos de primera y segunda como se tiene la impresión desde fuera?, ¿algunos viven a cuerpo de rey?

- Como en todo grupo humano si una persona se sabe mover, se lleva bien con los funcionarios, es dócil, probablemente tendrá, no privilegios, pero sí posibilidades de que si pide llamar por teléfono y la cabina está libre, se le deje. ¿Lo de vivir a cuerpo de rey?, los medios de comunicación nunca dicen que existe un servicio de "demandaduría" a través del cual el interno puede pedir cosas que se las paga él con su dinero. Yo he visto a narcotraficantes que han pedido a través de ese servicio una caja de langostinos para comer un día. Por ejemplo, televisores tienen casi todos los presos. Si tienes dinero vives mejor.

- ¿Ha sentido miedo cuando se ha sentado alguna vez delante de un preso para trabajar?

- Sí, y lo sigo sintiendo a veces, pero forma parte de mi profesión, aunque es asumido y controlable.

- ¿Cómo lo desafía?

- Con sangre fría, teniendo buen verbo; si la persona se pone un poco violenta, intentar reconducirla por caminos de ironía de buen hacer; y sobre todo respetando al otro.

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